Esta semana quedó demostrado que la desinformación mata. La provocación de la conductora Viviana Canosa promoviendo en televisión la ingesta de dióxido de cloro para combatir el coronavirus terminó de la peor manera: con un chiquito de 5 años muerto en la provincia de Neuquén por el consumo de esta sustancia tóxica. El caso despertó indignación en muchos comunicadores y periodistas, pero sobre todo dejó al desnudo que la desinformación también puede ser mortal.
Las 7 formas de la desinformación
Con las crónicas del lunes es fácil señalar con el dedo a Canosa y su irresponsable accionar como comunicadora. Pero el caso es apenas uno más entre tantos que todos los días se filtran por redes sociales y medios de comunicación que no dan un tratamiento riguroso a la información que comparten. El fenómeno es parte de un creciente escenario de desinformación que inunda todo el ecosistema digital. Alimentado por los bots, trolls y otros procesos de automatización que aceleran la propagación de información falsa, engañosa o fuera de contexto.
Desde el equipo de Proyecto Desconfío, especializado en estrategias contra la desinformación, han tomado de referencia la tipología de First Draft que estipula 7 formas que adopta la desinformación:
– Contenido fabricado: son piezas diseñadas especialmente para engañar y desinformar.
– Contenido manipulado: combina generalmente información genuina con datos fuera de contexto o aspectos eliminados para distorsionar el sentido original.
– Contenido impostor: cuando se recurre a suplantar las fuentes originales.
– Contenido engañoso: usa información de forma engañosa para incriminar a alguien.
– Contexto falso: utiliza datos reales fuera de contexto, modificando el lugar o el momento donde ocurrieron los hechos
– Conexión falsa: cuando los títulos o las imágenes no se condicen con el contenido de la información.
– Parodia o sátira: si se toma fuera de contexto, la sátira o parodia puede incitar al error en la interpretación de una información.
Todas estas formas que adopta la desinformación inundan las redes sociales y los medios digitales, generando confusión, incitando al odio o promoviendo formas engañosas de interpretar la realidad que nos rodea.
¿Cómo aprender a verificar?
Frente a este panorama de creciente desinformación, la habilidad de identificar información falsa o engañosa ya dejó de ser una especialidad de periodistas y verificadores y se ha vuelto una necesidad de todos los usuarios que desean estar bien informados. La tarea no es simple ni 100% efectiva, pero al incorporar mecanismos de verificación es más probable que podamos detectar a tiempo campañas de desinformación y evitar compartir el contenido.
Una de las herramientas que desarrolló el equipo de Proyecto Desconfío para entrenar estas habilidades es el Chatbot “Wendy”. Este chatbot gratuito diseñado para combatir la desinformación pretende ayudar a las personas para que puedan verificar de manera simple y en pocos pasos el origen de una noticia para saber si es falsa o no. El chatbot está disponible a través de Messenger y se puede probar haciendo clic aqui (requiere iniciar sesión en Facebook).
Además, Proyecto Desconfío tiene a disposición un paquete de herramientas digitales online y gratuitas que pueden ayudar a dar los primeros pasos en los procesos de verificación.
Acelerar el chequeo de información
Si tomamos el caso de Viviana Canosa promoviendo el consumo de dióxido de cloro, entre las herramientas que pueden ayudar a acelerar la verificación de la información podemos usar los operadores booleanos que permiten hacer búsquedas más precisas. Si uno quisiera identificar de forma rápida recomendaciones de autoridades de salud en relación a esta sustancia, una búsqueda rápida en Google podría realizarse de la siguiente manera:
Dióxido de cloro + coronavirus site: who.int
Palabra clave 1 (+ o AND) Palabra clave 2 en el sitio especificado.
Dióxido de cloro + coronavirus site: who.int
Lo que estamos haciendo en esta sentencia es indicarle al buscador que nos muestre resultados de “dióxido de cloro” y de “coronavirus” en el sitio oficial de la Organización Mundial de la Salud (who.int). De ese modo, se restringen los criterios de búsqueda y sin ser especialista en el tema podemos acceder a una fuente confiable y llegar de forma rápida a información confiable de la Organización Mundial de la Salud (WHO por sus siglas en inglés) donde podemos identificar que ingerir “lejía” (cloro) u otros productos desinfectantes “no protege de COVID-19 y puede ser peligroso” para la salud. Unos 5 segundos, una búsqueda específica, rápida, aprovechando los atajos que brinda el buen uso de la tecnología.
La actitud de desconfiar
Para los que estudiamos el mundo de la desinformación el uso de algunos términos específicos no es un dato menor. Entre los investigadores se ha descartado el término “fake news” en principio para evitar la paradoja de nombrar como “noticia” a un hecho falso o engañoso. Pero a su vez, para dejar en claro que la desinformación no siempre se disfraza de “noticia”. A veces el envase es una imagen sacada de contexto, una réplica falsa de un decreto presidencial, un falso científico que dice tener la cura a una enfermedad y tantas otras formas que adopta la desinformación.
Lo que sí es importante saber que la desinformación abarca aquella información falsa o engañosa que es creada y distribuida con la intencionalidad de generar daño. Esta definición separa las campañas que buscan afectar el debate público de los errores periodísticos o equivocaciones en que puede incurrir un comunicador. Y la distinción no es un dato menor.
El presente exige que los usuarios de noticias estén cada vez más preparados para afrontar estos contenidos maliciosos, pero sobre todo exige un mayor nivel de responsabilidad profesional a periodistas y figuras públicas que tienen ascendencia sobre la gente. La desinformación se cobró una nueva víctima en la última semana. Y el desenlace nos obliga a profundizar la reflexión sobre un proceso que incrementa la necesidad de desconfiar como actitud inicial para someter a revisión la información que consumimos.
Por: Adrián Pino
Fuente: El Entre Ríos